La discriminación de género es un hecho visible en toda nuestra sociedad, este fenómeno no atiende a fronteras ni a espacios temporales. Es un hecho que ha ido disminuyendo con el paso del tiempo, aunque hoy en día sigue siendo visible en algunos sectores de manera más o menos acusada.
Aunque sigue habiendo desigualdad en todo el mundo, el grado de ésta ha disminuido en algunos países.
El trabajo para el mercado es la principal vía por la cual las personas pueden obtener recursos y con ello autonomía económica. Esta condición es la que determina en buena medida su estatus socioeconómico y su grado de independencia, libertad y autonomía. Desde el enfoque de género, la participación económica y el trabajo remunerado no pueden analizarse sin su contraparte complementaria: el trabajo doméstico o el trabajo reproductivo, que es no remunerado. La contribución económica de las mujeres a las sociedades a través del trabajo remunerado y del no remunerado, pone en relieve la necesidad de aplicar medidas orientadas a crear condiciones de mayor igualdad entre mujeres y hombres
Estos patrones, sin embargo, han evolucionado de forma acelerada en los últimos 30 años: hoy día los hombres no son los únicos que se encargan de la manutención de los hogares, pues cada vez más mujeres participan también en las actividades económicas, a la vez que atienden las actividades domésticas de sus hogares. No obstante, el tiempo que ambos dedican a las actividades domésticas y extra domésticas difiere de manera considerable. Si bien las sociedades han sido testigos del incremento sustantivo de la participación económica de las mujeres, no han atestiguado los mismos cambios en la participación de los hombres en el trabajo doméstico.
Las diferencias entre mujeres y hombres respecto a las tareas que desempeñan para el mercado laboral y las de tipo doméstico, determinan algunas de las desigualdades de género más importantes. Es precisamente el mayor tiempo que dedican las mujeres al trabajo doméstico lo que restringe su inserción laboral y su participación en otros ámbitos, como el de la política, situándolas en condiciones de desventaja con respecto a los hombres y limitando su autonomía económica.
En la actualidad, 10.4% de las mujeres que trabajan lo hacen sin recibir pago alguno por su trabajo, en comparación con sólo 5% de los hombres en esta situación. Usualmente las trabajadoras no remuneradas desempeñan su trabajo en negocios que son propiedad del hogar.
La participación laboral de trabajadores no remunerados crece comúnmente en periodos de crisis. En México, entre 1993 y 1996 la participación masculina en el trabajo no remunerado aumentó 6.1 puntos porcentuales, y entre las mujeres 7.8 puntos. Actualmente, si bien la proporción de este tipo de trabajadores en relación con el total ha disminuido, aún no se han recuperado los niveles previos a la crisis, lo que nos lleva a suponer que como parte de las estrategias de sobrevivencia de los hogares, una buena proporción de mujeres se ha incorporado al trabajo para el mercado sin recibir remuneración.
La proporción más grande de trabajadoras no remuneradas está en el comercio y restaurantes, con 56%.
Las ramas con mayores niveles de desigualdad de género son la industria, los servicios personales, el comercio y restaurantes, los servicios productivos y los servicios sociales.
Conclusiones
Muchas de las desigualdades que prevalecen entre mujeres y hombres se asocian a la histórica división del trabajo para el mercado y el trabajo doméstico o para la reproducción material de los hogares. La autonomía económica da la pauta a otros tipos de autonomía y facultamiento para la toma de decisiones, tales como el libre ejercicio de la ciudadanía, la participación política y el pleno acceso al goce de los derechos humanos.
Las tendencias en la participación laboral femenina muestran un crecimiento sostenido y significativo durante los últimos 30 años. No obstante, la reorganización de los hogares y las políticas de conciliación no han evolucionado en la misma medida. Países con niveles de desarrollo humano y social mayores al de México, y con economías de tamaño similar a la nuestra, han instrumentado mecanismos de soporte y conciliación para dar respuesta a las necesidades cada vez más apremiantes de las mujeres y con ello contribuir a su desarrollo y al de sus familias.
BIBLIOGRAFÍA
Instituto Nacional de las Mujeres (2003), Perfil de mujeres y hombres en México, Dirección
General de Evaluación y Desarrollo Estadístico
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática e Instituto Nacional de las Mujeres,
(2008); Mujeres y Hombres en México 2008
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